que encuentren el mapa del tesoro que me lleve a tus horas felices,
que nunca, pero nunca, se subestime el poder de la paciencia,
que la paz sea pactar con lo que no y sonreír a lo que sí,
que si escuchas con el corazón entiendas cualquier idioma,
que tu locura más grande sea a la medida de querer sin medida,
que el milagro sea que te abracen y deje de doler,
que jamás des a tu sonrisa por perdida,
que tus deseos busquen soplido huracanado sin cabeza…
que les lleve al país de las maraviLLas.
“¡Arrestad a esa chica por seducción ilegal!”Stayne: -Si la escondéis perderéis la cabeza.El Sombrerero: -Ya la hemos perdido.” Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll
para que sea normal volverse a ver en notas musicales,
para que el amor nunca deje de ser un clásico,
para que nos convirtamos en un par de versos que consiguen ser poema,
para que sea el momento de dejar la vida pasar y comenzar a caminar por ella,
para que me sepas a cercanía en tiempos de distancia,
para que la risa le haga la guerra a los silencios,
para que no seas para tanto…seas para demasiado,
para que nunca olvidemos que lo importante…
siempre debe ser lo más importante.
*”Casablanca”, uno de los grandes clásicos de la cinematografía, celebra este año su 70 aniversario asimilado en la cultura popular como el romance por excelencia en tiempos de guerra y gracias a frases memorables como “Tócala otra vez, Sam”, que, curiosamente, nunca se pronunció.
La película de 1942, protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Berman, dejó como legado una serie de expresiones para el recuerdo que el imaginario colectivo hizo suyas hasta el punto de integrarlas en el lenguaje y tener una identidad ajena a la trama del filme.
Es el caso de “Siempre nos quedará París”, que se emplea como un dicho para aludir a los buenos momentos vividos y que Rick (Bogart) dice a Ilsa (Bergman) antes de despedirse de ella, su amor imposible y con la que tuvo una relación en la capital francesa.
Algo similar ocurre con “Louis, creo que éste es el principio de una bonita amistad” , línea de Bogart que cierra “Casablanca” y con la que su personaje acepta una propuesta para dejar atrás la ciudad marroquí y pasar página en su vida.
El Instituto Americano del cine (AFI) cita seis veces a “Casablanca” en su listado de mejores frases del cine, entre las cuales figura la icónica secuencia del piano en torno a la canción “As Time Goes By”. Contrariamente a lo que se cree, en los diálogos de los protagonistas con Sam, el pianista interpretado por Dooley Wilson, nunca se dice “Tócala otra vez, Sam”, sino “Tócala, Sam”.
En dos momentos diferentes del filme los protagonistas, cada uno por separado, le piden el tema al músico. Primero el personaje de Bergman en una secuencia en la que ella ruega al artista que cante la canción “por los viejos tiempos”. “Tócala, Sam. Toca ‘As Time Goes By'”, dice Ilsa, que finalmente logra que el pianista entone el tema hasta que Rick les interrumpe.
Posteriormente, es un Bogart sombrío quien alterado le exige que interprete de nuevo la canción. “La tocaste para ella, la puedes tocar para mí”, dice Rick, aunque Sam se niega en un primer instante. “Si ella pudo soportarlo, yo puedo. ¡Tócala!”, ordena alterado Rick, que se calma a medida que suenan las primeras notas.
esa insoportable levedad del ser cuando dice más cuando calla… que cuando habla,
el descanso del guerrero de las palabras,
la melodía de lo que no se dice pero se piensa,
la décima sinfonía de Beethoven*,
ese carácter mudo de la ausencia de sonido,
el séptimo sentido de las letras dictadas,
un “shhhhh” elevado a la máxima potencia,
el “sinfín” de un fonema* con síndrome postvacacional,
el sonido de los siLencios…
cuando no se caLLan.
*Las Sinfonías de Beethoven.
El compositor alemán Ludwig van Beethoven compuso nueve sinfonías a lo largo de su trayectoria musical. Entre ellas destacan la Tercera Sinfonía , también llamada en castellano Heroica, en mi mayor, la Quinta Sinfonía, en do menor y la Noventa sinfonía, en re menor (cuyo cuarto movimiento está basado en la Oda a la Alegría, escrita por Frieddrich von Schiller en 1785) .
Compuso su Primera Sinfonía entre 1799 y 1800, cuando tenía 30 años de edad, y continuó componiendo sinfonías hasta su muerte.
Existe controversia sobre la existencia de una Décima sinfonía, en la que estaría trabajando Beethoven cuando falleció, y que nunca se llegó a poder escuchar.
*Fonema: nombre masculino. Unidad fonológica mínima que resulta de la abstracción o descripción teórica de los sonidos de la lengua.
de los que lo importante es la velocidad de obturación, no el alma del megapíxel,
de esos que aparentan ser lo que no se es y viceversa,
de esos que acaban en pandemia de likes vacíos de sentimientos,
de esos de “sí”, “no”, “ni todo lo contrario”,
de los automáticos, de los de usar y tirar,
de los que se cansan de todo en particular y de nada en general,
Amores de fotomatón…
de los de pegamento de barra,
de aquellos con los que no te confinarías,
de los que te identifican tal y como no eres,
de los que se sientan a comer acompañados a una cena romántica… en soledad absoluta.
*Un fotomatón es una cabina automática para obtener fotografías de forma instantánea. Generalmente se sitúan en calles o zonas públicas y se activan al introducir monedas. Tradicionalmente los fotomatones disponían de un asiento regulable diseñado para que la persona o personas que fuesen a ser fotografiadas se dispusiesen frente a la cámara. Al insertar las monedas o al activar el proceso, la máquina tomará una serie de fotografías (o una única fotografía de la que se imprimen múltiples copias). En ocasiones, antes de cada fotografía, el fotomatón producirá una señal, como una luz o un pitido, para avisar al fotografiado de que se prepare para la captura. Después de que la última fotografía de la serie (normalmente entre 3 y 8) haya sido tomada, el fotomatón empieza a desarrollar la película fotográfica, tardando varios minutos, en los antiguos fotomatones analógicos, ahora con la tecnología digital en mucho menos tiempo. Las dimensiones y formatos de estas impresiones varían según la configuración de la máquina o la elección del usuario.
de que su vida útil termine cayendo en una cama elástica,
de convertir un instante pequeñito en un recuerdo inolvidable,
de dar por finalizado un intento para poder tener otra nueva oportunidad,
de que en el vuelo el verbo “querer” se lleve de la mano al “estar”,
de caer y levantarse,
de no rendirse a la gravedad,
de nunca dejar un te quiero sin contestar y mucho menos decirlo sin sentirlo,
de que nuestra parte favorita de la vida…
juegue a dar saltos en la cama cada día con las personas que amamos,
de tocar la Luna…
y vueLta.
*Obsolescencia programada:
La obsolescencia programada u obsolescencia planificada es la determinación o programación del fin de la vida últil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo por falta de repuestos, y haya que comprar otro nuevo que lo sustituya. Su función es generar más ingresos debido a compras más frecuentes para generar relaciones de adicción que redundan en beneficios económicos continuos por periodos de tiempo más largos para empresas o fabricantes. El objetivo de la obsolescencia no es crear productos de calidad, sino exclusivamente el lucro económico, no teniéndose en cuenta las necesidades de los consumidores, ni las repercusiones medioambientales en la producción y mucho menos las consecuencias que se generan desde el punto de vista de la acumulación de residuos y la contaminación que conllevan. Esta práctica ha creado un creciente malestar entre los consumidores, por lo que en tiempos recientes, activistas, medios de comunicación, organizaciones e incluso los mismos consumidores y varias empresas están llevando acciones para revertir esta práctica.
Los antónimos de obsolescencia programada son alargascencia y durascencia.
Has llegado al sitio donde los recuerdos son aprendizajes,
donde querer quedarse es infinitamente mejor que querer irse,
donde con la compañía adecuada, la vida no asusta tanto,
donde una arruga adorna,
donde ya no se perdona una infeLicidad,
donde mis sonrisas y tus planes hacen un buen equipo,
donde aunque ya sepas que no, te guste más el “ojalá que sí”,
donde los peces vuelan con los globos de tu fiesta de cumpleaños,
donde “érase una vez…”
y todas las que quieras.
*
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi. El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza. El kintsugi añade un nuevo nivel de complejidad estética a las piezas reparadas y hace que antiguas vasijas pegadas sean aún más valoradas que las que nunca se han roto. Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto. En lugar de considerarse que se pierde el valor, al reparar la cerámica se crea una sensación de una nueva vitalidad. Dicho de otra forma, el tazón se vuelve más bello después de haber sido roto y reparado. La prueba de la fragilidad de estos objetos y de su capacidad de recuperarse son lo que los hace bellos.
Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman. ¡Qué importante resulta el enmendar! Qué importante entender que los vínculos lastimados y el corazón maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro: fortaleza, servicio, virtud… La prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— son dignas de llevarse en alto.
del libre albedrío que hoy es en lo que te ha convertido,
de cuentas, de cuentos, de cantes,
de olor que huele a tacto,
de abrazos que te reiniciaron,
de personas favoritas guardadas en canciones,
de laberintos que se convirtieron en casa,
de ti,
de tus manos…de tus arrugas…
de tu maravillosa historia.
“Yo: Hola Dios. Dios: Hola … Yo: Me estoy desmoronando. ¿Me puedes volver a armar? Dios: Preferiría no hacerlo. Yo: ¿Por qué? Dios: Porque no eres un rompecabezas. Yo: ¿Qué pasa con todas las piezas de mi vida que se caen al suelo? Dios: Déjalos allí por un tiempo. Se cayeron por una razón. Déjalas estar allí un rato y luego decide si necesitas recuperar alguna de esas piezas. Yo: ¡No lo entiendes! ¡Me estoy rompiendo! Dios: No, tú no entiendes. Estás trascendiendo, evolucionando. Lo que sientes son dolores de crecimiento. Estás desprendiéndote de las cosas y las personas en tu vida que te están reteniendo. No se están cayendo las piezas. Las piezas se están poniendo en su lugar. Relájate. Respira profundamente y deja que esas cosas que ya no necesitas se caigan. Deja de aferrarte a las piezas que ya no son para ti. Deja que se caigan. Déjalas ir. Yo: Una vez que empiece a hacer eso, ¿qué me quedará? Dios: Solo tus mejores piezas. Yo: Tengo miedo de cambiar. Dios: Te sigo diciendo: ¡NO ESTÁS CAMBIANDO! ¡ESTÁS CONVIRTIÉNDOTE! Yo: ¿Convirtiéndome, en quién? Dios: ¡Convirtiéndote en quien yo creé para que fueras! Una persona de luz, amor, caridad, esperanza, coraje, alegría, misericordia, gracia y compasión. Te hice para mucho más que esas piezas superficiales con las que has decidido adornarte y a las que te aferras con tanta codicia y miedo. Deja que esas cosas se te caigan. ¡Te amo! ¡No cambies! ¡Conviértete! ¡No cambies! ¡Conviértete! Conviértete en quien quiero que seas, en quien creé. Voy a seguir diciéndote esto hasta que lo recuerdes. Yo: Ahí va otra pieza. Dios: Sí. Deja que sea así. Yo: Entonces … ¿no estoy roto? Dios: No, pero estás rompiendo la oscuridad, como el amanecer. Es un nuevo día. ¡¡Conviértete!! ¡¡Conviértete en quien realmente eres!!”. Anónimo.