…escaLera hacia el cieLo…

para poder hacer un retrato al soL mientras briLLa,

y a luna en plena cena romántica con sus estreLLas.

…escaLera hacia el cieLo…

que te permita olvidarte de poner los pies en el suelo por un ratito al día,

e inventar la manera de cazar una mariposa a golpe de margaritas.

…escaLera hacia el cieLo…

para recordar que entre los «no puedes» y los «no debes», siempre se encuentran las razones para hacerlo,

que el día tiene veinticuatro horas en el tiempo pero que desde arriba ves el segundo que marca la diferencia y eso te hace sonreír irremediablemente.

…escaLera hacia el cieLo…

que nos sirva de brújula y que nos enseñe que el destino «contigo»,

-es el lugar perfecto-

…en que el que tomes la ruta que tomes…

cualquier camino llega a casa.

pintar un sol

“Para vivir, hace falta vivir… Creo que no deberíamos olvidarlo”.

Albert Espinosa.

 

…fLechazo a la primera metáfora…

 

como cuando conviertes el amor en escondite,
y un árbol se quita la copa cuando ve pasar un libro,
como cuando hasta al más enamorado se le va la luna,
y nuestro niño interior comienza a estudiar exteriorismo,
como cuando se siente lo que escribe y las palabras hacen cosquillas,
como cuando sí pero no, pero sí pero no, pero sí… y nuestra voz dibuja una margarita,
como cuando un abrazo funciona como desatador de nudos de garganta,

fLechazo a primera metáfora…

y a segunda, y a tercera, y a cuarta… y a…

amor a primera metáfora

-¿Y le creíste?

-Claro, los árboles son rosas.

*La metáfora es una de las figuras literarias más utilizadas. Se caracteriza por relacionar dos términos, uno en sentido literal y uno en sentido figurado. Si por ejemplo decimos la frase “tus ojos son hermosos”, esta es simple y no tiene mucho de creatividad. En cambio, si decimos “tus ojos son dos soles”, estamos transformando un simple enunciado en una hermosa metáfora sobre los ojos de una persona, resaltando dicha belleza.

Abrigar-te…

como si el minuto más frío del año cayera justo en el día universal de la semántica, la gramática, la sintaxis y la ortografía,

y no nos quedara más remedio que hacer «té» con cada uno de los verbos que tenemos a mano para poder calentarnos,

algo así como añadirle un «tú» a cada una de nuestras infusiones,

y convertir sus cuatro sílabas y sus nueve letras,

en la palabra polisílaba más monógama del mundo.

 

abrigarte

 

.¿Me podría vender algún verbo para poder hacer té?

-¿De qué clase los quieres?

-Me bastaría con cuarto y mitad de «sentir, abrazar, oler, mirar besar, sonrojar, sonreír, gritar, conocer, aprender, acariciar, bailar, desnudar, comer, susurrar, querer, soñar…». Gracias.

“Creo en el color rosa, en que la risa es el mejor quemador de calorías. Creo en besar, besar un montón. En ser fuerte cuando todo parece ir mal. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros.”
Audrey Hepburn.

…círcuLos prodigiosos…

en los que el eco de la risa se convierte en un día de suerte,

donde los «más» pesan más que los menos,

en los que se rueda hacia adelante,

-en un constante número pi* de sumas sin restas-

…círcuLos prodigiosos…

en los que se deja abierto el corazón por si alguien viene a dormir,

en los que el orden de los factores no altera el producto,

como cuando a la interrogación le entra la risa floja…y da igual lo que preguntes que siempre tiene la misma respuesta:

¿Se sonríe porque se está aLegre o se está aLegre porque se sonríe?

-Se sonríe-

sonrisas

*Pi (π) es una letra del alfabeto Griego y su significado proviene de la antigua Grecia, significaba perímetro o periferia. Actualmente y desde el siglo XVII ha pasado a ser un número fijo. El 3,1416. Pero no es cualquier número, es un número del tipo irracional, es decir, tiene infinitos decimales que no siguen ningún patrón.

 

 

…seres reconfortantes…

esos que nos miran y encienden nuestro botón del

«lado bueno de las cosas»,

de los que nos hacen brillar en una habitación a oscuras,

esos que son casa, puente, y río para bañarse,

los que se convierten en toalla cuando sales de la ducha cualquier noche de Enero… y calientan tus instintos a golpe de susurro,

…seres reconfortantes…

aquellos que son cielo, vuelo y libertad,

caldo del cocido en días de invierno,

esos que te besan las heridas…

y hacen el amor a cada una de tus cicatrices…

…seres reconfortantes…

sobre los que hay inventarse palabras para describirlos,

aquellos que sin estar delante, ni detrás…

están siempre…

a tu Lado.

Paul Newman

«Me gustaría ser recordado como un hombre que intentó ser parte de su tiempo, que trató de ayudar a las personas a comunicarse entre sí, trató de encontrar algo de decencia en su propia vida, trató de crecer como ser humano . Alguien que no fue complaciente, que no escurrió el bulto «. Paul Newman.

 

Si empezáramos a contar el día desde la primera carcajada…

Si la armonía en nuestras cosas se convirtiera en la rutina más emocionante…

-una rutina no soleada a la que con seguridad absoluta dibujaríamos un Sol-

Si las palabras escritas nos llevasen de viaje a mundos inventados en los que fuéramos los protagonistas…

Si fuéramos con bocadillos de letras sobre la cabeza, como en los cómics, en los que pusieran cosas bonitas…

Si cuando quisiéramos dormir, nos soñara otro…

Si reír y llorar fueran siempre dos verbos que se conjugaran a la vez… y lloráramos de la risa.

Si la importancia de una persona fuera directamente proporcional a las sonrisas que genera cuando la recordamos…

Si celebrásemos cada día que podemos seguir diciendo «te quiero» nada más levantarnos…

Si la geometría vital dibujara cada tarde un círculo en el que poder acurrucarse a dormir la siesta…

Si pudiéramos brindar con café todas las mañanas…

hoy lo haríamos sin duda:

¡por las mañanas de invierno!

…esas en las que LLeguemos con mirada de niño a puertos nunca vistos.

 

niña leyendo

«Los cuentos se escriben para que los niños se duerman, pero también para que los adultos se despierten» Hans Christian Andersen

-¿Cual es la religión correcta?

-Ser buena persona.

…que te den aLas…

y que decidas no usarlas,

que seas libre para elegir, y te quedes en tierra,

que uno más uno no sean dos, sino tres,

-lo que tú eres, lo que el otro es, lo que se construya juntos-,

…que te den aLas…

y que planee la creatividad en el azúcar del café,

que el orguLLo* sea de satisfacción y no de soberbia,

que el entendimiento vaya más allá de las palabras.

…que te den aLas…

y que aparezca un ser humano en tu pLaneta,

que haga de volver a casa cada noche…

la aventura más fascinante jamás contada.

que te den alas

-¿que hay entre poder y querer?
-Mucho esfuerzo de diferencia.
*

El orgullo es un sustantivo masculino con origen en el término catalán orgull, que a su vez viene del término francés orgueil, y es la característica de alguien que tiene un concepto exagerado de sí mismo pudiéndolo llevar a la soberbia, un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás.

Altivez, arrogancia, brío, pundonor, soberbia, vanidad y dignidad son algunos sinónimos de orgullo.

La palabra orgullo puede tener una connotación positiva o negativa en función del contexto y del sentimiento que representa. Es un término despectivo cuando se refiere a un sentimiento excesivo de satisfacción que una persona tiene de sí mismo, de acuerdo con sus características, cualidades y acciones. Una persona orgullosa muestra soberbia, altivez, vanidad, arrogancia, e incluso puede mostrar un desprecio hacia otras personas. En este caso, el antónimo del orgullo es la humildad.

Las manifestaciones del orgullo son típicas como la rebeldía, el autoritarismo, la envidia, la crítica, el malhumor, el enfado, la arrogancia, etc.

Cuando el orgullo se refiere a la dignidad de una persona, o a la estima apropiada de sí mismo, o al sentimiento positivo hacia otra persona, el orgullo es un sentimiento positivo.

Cuando alguien experimenta algún tipo de fracaso o es humillado, es normal decir que el orgullo de esta persona está herido.

El orgullo también puede entenderse como la autoafirmación y reivindicación de lo que uno es y del grupo o colectivo al que se pertenece. En este sentido, se puede hablar de orgullo nacional, orgullo racial orgullo LGBT (de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).

En el arte, entre las varias representaciones artísticas con que se ha identificado el orgullo se encuentran el león, el caballo, el pavo real, el murciélago, el color violeta y el espejo.

Quizás, quizás, quizás*…

no haya duda…
y sólo haya que encontrar la pregunta adecuada a la respuesta correcta,
quizás sea un «sí»,
quizás sea un «no»,
quizás seamos nosotros los que despertemos a la taza de café…
quizás no exista la opción de elegir el camino y el «quid de la cuestión» esté en el cómo queremos andarlo,
quizás la emoción sea el modo,
y el viaje el cauce,
y el cauce el río,
quizás todo sea mucho más fácil de lo que nos imaginamos,
quizás sólo tengamos que dejarnos llevar por la corriente,
y seguir nadando, y seguir flotando,
quizás el deseo desee ser concedido,
quizás enamorarse un Lunes no tenga ni pies ni cabeza…
pero quizás, quizás, quizás…
lo que si tenga sea…
¡corazón!.

ir por el río

Fotografía: Joel Robinson.

«Llevo unos días pensando que, en muchas ocasiones, nos relacionamos con los otros como si estuviéramos en guerra. Voy a intentar explicarme. Andamos por la vida heridos. Y nuestras heridas nos pesan tanto que creemos necesitar protección y armamento. Desconfiamos, recelamos, sospechamos, intentamos descubrir qué se esconde detrás de una sonrisa o de una palabra amable. Y, así, nos convertimos en búnkeres que no dejan pasar ni un rayo de luz, por si pudiera estar envenenado, o en tanques que van directos a su objetivo pisando todo lo que encuentran por el camino, para no tener que enfrentarse a una emoción, del tipo que sea. Porque duele. La herida, muchas veces, duele.

Escucho historias –cercanas o lejanas- y me pregunto hacia dónde va el ser humano. Las mujeres se quejan de los hombres. Los hombres de las mujeres. Los jefes de los empleados, los padres de los hijos, los profesores de los alumnos… (y viceversa).

Entonces creo que es tiempo de establecer un armisticio, de dejar de sospechar y de ver al otro como un enemigo. Creo que es tiempo de empatía, tiempo de comprender. De hablar y de escuchar. Desde el corazón. Hacia el corazón. Es tiempo de dejar las espadas –los egos- a un lado y empezar a darnos la mano. Quizás el otro “te ha hecho daño” (muchas muchas comillas en esta frase puesto que no creo que “otro” pueda realmente herirte) pero, ¿te has parado a pensar qué le pasa a ese otro?, ¿conoces su situación?, ¿sabes qué es lo que a él o a ella le duele?

Es tiempo de dejar de buscar responsables fuera y comenzar a mirar hacia dentro. Tu herida duele y grita, porque está pidiendo que te ocupes de ella. No te distraigas intentando encontrar culpables. Empieza a cuidarte, empieza a quererte, empieza a sanarte. Y cuando te sanes, te quieras y te cuides, descubrirás quizás que no hace falta que seas un búnker, porque nadie pretender hacerte daño, y que tampoco necesitas convertirte en un tanque, porque la vida te trae lo que verdaderamente te hace falta.

Toda persona con la que te cruzas en el camino es una oportunidad de Amar. Permítetelo.»

 

El periódico de las buenas noticias.

http://periodicobuenasnoticias.blogspot.com/2015/01/propongo-un-armisticio.html

*

¿Quizá o quizás?

Las dos formas son correctas. La normativa académica prefiere “quizá”. En el Diccionario panhispánico de dudas se precisa que “quizá” expresa duda o probabilidad «Quizá trataron de decirme»; añade además que por «analogía con otros adverbios acabados en -s, se creó la forma quizás, igualmente válida» (2005, s. v. quizá). Ambas son palabras agudas, por lo tanto llevan tilde.

Cuesta abajo y sin frenos…

así deberíamos vivir la vida,

en progresión aritmética de circunstancias a resolver de «a pocos»,

porque las oportunidades no se esperan a que los miedos desaparezcan.

Cuesta abajo y sin frenos…

multitud de horas en las que empeñarse en desempeñar cualquier cosa que nos propongamos,  ya que en el mismo momento en el que lo intentamos, en el que no nos rendimos,  hemos dado un paso gigante hacia el ¡puedo!.

Cuesta abajo y sin frenos…

en una consecución de días en los que nos rodeamos de gente que nos hacen crecer, que nos suman, que nos lo ponen fácil,

que acolchan lo complicado y desenredan el enredo.

Vivir la vida… Cuesta abajo y sin frenos… como si fuera hoy…

como si fuera viernes…

¡hasta el infinito…y más aLLá!*.

montaña rusa

 

*Cuando el guardián del espacio Buzz Lightyear soltó en la primera entrega de Toy Story (1995) su ya legendario grito de guerra: «¡Hasta el infinito y más allá!» —«To infinity and beyond!», en el inglés original— ni siquiera los habilidosos guionistas de Pixar podían imaginar que la sentencia tenía visos de convertirse en el lema de una generación que, por primera vez, asumía como propias las teorías de Umberto Eco en Apocalípticos e integrados. Una película de animación contemporánea se había convertido en un clásico en vida, la integración ya era total, Flash Gordon y Homero habitaban en el mismo plano.

La frase, que para algún espectador incauto podría parecer un simple juego de palabras, paradójicamente retrata de un plumazo una de las hazañas superlativas del último siglo y medio de la historia de la ciencia. Porque muchos años antes de que Buzz volviese de su hipersueño para aterrizar en el cuarto de Andy, hubo alguien que, efectivamente, se atrevió a viajar hasta el infinito, pasar de largo y seguir su camino hasta la siguiente escala transfinita.

En el azaroso final del siglo XIX, un alemán de origen ruso llamado Georg Cantor —San Petersburgo, 1845-Halle, 1918— se levantó un día en clase, es un decir, y tuvo las agallas y el cerebro, claro, de decirle al profesor en su mismísima cara, que Aristóteles estaba equivocado. Que hacía veinticinco siglos que la ciencia estaba equivocada. Porque él, Georg Ferdinand Ludwig Philipp Cantor, estaba en condiciones de probar que el infinito matemático no era una simple forma de hablar, ni un ente difuso y borroso que se alojaba en algún remoto lugar de la geometría del plano complejo, sino que era tan real como las matemáticas mismas y que él lo había tocado con sus propias manos.

La manera que tuvo Cantor de ponerse en pie en clase, subirse encima del pupitre y cantar su verdad al inflexible maestro, fue escribir un trabajo demoledor, por su demoledora belleza y porque dinamitaba algunos de los sacrosantos pilares de la ciencia oficial de su tiempo: Fundamentos para una teoría general de conjuntos. Una investigación matemático-filosófica sobre la teoría del infinito (1883), texto conocido como Grundlagen por su título original en alemán.

En Grundlagen suelta así su carga de profundidad: Me he visto lógicamente obligado casi contra mi voluntad, por ir contra las tradiciones tenidas como válidas por mí en el curso de muchos años de esfuerzos y ensayos científicos, a considerar las magnitudes infinitas no sólo en la forma de ilimitadamente crecientes, y en la forma estrechamente ligada a ello de series infinitas convergentes, que se introdujo por primera vez en el siglo XVII, sino también a fijarlo mediante números en forma de infinito matemático perfecto, y por eso tampoco creo que a ello se puedan oponer razones válidas contra las que yo no pudiera combatir.

Cantor va literalmente más allá y demuestra que no hay un único infinito, sino múltiples infinitos, y hasta se atreve a medir la diferencia entre sus tamaños; por ejemplo, entre el cardinal del conjunto de los números enteros y el cardinal del conjunto de los puntos que forman la recta real, cuya comparación le llevará a establecer su famosa Hipótesis del Continuo.

Para nombrar estos cardinales elige la primera letra del alfabeto hebreo, א, aleph, la misma que escogerá Jorge Luis Borges —fascinado por la teoría de los números transfinitos de Cantor, como le confesó a María Esther Vázquez en el curso de una entrevista en 1973 entre los anaqueles de la Biblioteca Nacional de Argentina—, para bautizar una inquietante esfera en la que se resumía el universo entero y que uno de sus personajes encuentra en el sótano de una casa de la calle Garay, en Buenos Aires, dónde si no:

Dos observaciones quiero agregar: una, sobre la naturaleza del Aleph; otra, sobre su nombre. Este, como es sabido, es el de la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicación al círculo de mi historia no parece casual. Para la Cábala, esa letra significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; también se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que alguna de las partes. ¿Eligió Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergen todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa le reveló?

La Mengenlehre es la teoría de conjuntos, a la que Georg Cantor hizo una contribución decisiva, tanto al ampliar el terreno de juego a los números transfinitos, como al desarrollar significativamente el estudio de la naturaleza misma de los conjuntos para poder avanzar en sus investigaciones sobre el infinito.

Acorralado por la ortodoxia universitaria de su tiempo, liderada por su antiguo profesor, el temible Leopoldo Kronecker, por ciertos filósofos y representantes de la religión oficial —llegó a escribir una carta pidiendo su intercesión al papa León XIII, autor de una reformadora encíclica sobre la conciliación entre investigación científica y fe—, arrumbado en las aulas de una universidad de segunda fila, Georg Cantor acabó —o tal vez empezó—, sufriendo un síndrome maníaco-depresivo, encerrado durante meses en su cuarto, a solas consigo mismo y sus conjeturas, y tratando, entre otros asuntos, de demostrar que Francis Bacon era en realidad el autor de las obras de Shakespeare.

De hecho, su indagación en estas arenas movedizas, en un punto donde las fronteras entre ciencia, filosofía y teología se cruzan una y otra vez, le generó no pocos problemas de conciencia, por lo que era habitual que tanto en sus trabajos como en su correspondencia invocase a Dios para subrayar que con su obra no pretendía en ningún momento ser blasfemo ni ofender a los creyentes, sino simplemente profundizar en el conocimiento de los objetos matemáticos. Por eso, como recuerda José Ferreirós, ya el 5 de noviembre de 1882 le escribe a uno de sus más fieles apoyos, el matemático Dedekind:

Precisamente desde nuestros últimos encuentros en Harzburg y Eisenach, Dios Todopoderoso me ha concedido alcanzar las aclaraciones más notables e inesperadas en la teoría de conjuntos y la teoría de números, o, más bien, que encontrara aquello que ha fermentado en mí durante años y que he estado buscando tanto tiempo.

Georg Cantor se apagó en la Nervenklinik de la Universidad de Halle el 6 de enero de 1918, mientras Europa jugaba una vez más a la autodestrucción en esa Gran Guerra que anticipaba ya una Segunda Guerra Mundial y quién sabe qué otras hecatombes.

Pero antes de desvanecerse, Cantor nos había regalado su teoría de conjuntos, había forjado los números transfinitos y había prometido, muy al estilo de Fermat, una demostración de su Hipótesis del Continuo que ya jamás escribió. Difícilmente podría haberlo hecho porque, aunque Kurt Gödel, otro gigante incomprendido, dedujo en 1939 que la Hipótesis del Continuo era compatible con el sistema de axiomas que se utiliza habitualmente en matemáticas, Paul Cohen probó en 1963 que la hipótesis de Cantor es en realidad independiente de ese sistema de axiomas, llamado de Zermelo-Fraenkel. Pero hasta entonces —como sucedió con ese último teorema que Fermat no demostró porque dijo que no tenía espacio para detallar la prueba en los márgenes de la Aritmética de Diofanto que estaba anotando— todos los matemáticos soñaron con probar la Hipótesis del Continuo.

Porque, pase lo que pase, como dijo en 1925 nada menos que David Hilbert: Nadie nos expulsará del paraíso que Cantor ha creado para nosotros.

Artículo de Jot Down.

https://www.jotdown.es/2015/03/hasta-el-infinito-y-mas-alla/

Bailar al son del coLor del sonido…

para pisar con un timbre,

para oír con unos ojos,

para beber con el tacto,

para que no haya ningún ¿por qué? que no encuentre su respuesta,

para parar por un rato el ruido de fondo y escuchar sólo las risas,

para que «bien-aventurarse» se convierta en la mejor de tus decisiones,

para que en cualquier circunstancia, por lastimosa que sea…

siempre encuentres la manera…

de comer perdices.

encontrar la manera

Fotografía: París por Robert Doisneau.

“Bienaventurados los adictos a emociones fuertes
porque corren buenos tiempos para la gente marchosa.
Bienaventurados los dueños del poder y la gloria
porque pueden informarnos de qué va la cosa.
Bienaventurados los que alcanzan la cima
porque será cuesta abajo el resto del camino.
Bienaventurados los que catan el fracaso
porque reconocerán a sus amigos.
Bienaventurados los necios
que se arriesgan a prestar consejos
porque serán sabios a costa
de los errores ajenos.
Bienaventurados los pobres
porque saben, con certeza,
que no ha de quererles nadie por sus riquezas.
Bienaventurados los castos
porque tienen la gracia divina
y la ocasión de dejar de serlo
a la vuelta de la esquina.
Bienaventurados los que aman
porque tienen a su alcance
más de un cincuenta por ciento de un gran romance.
Bienaventurados los que están en el fondo del pozo
porque de ahí en adelante
sólo cabe ir mejorando.
En cualquier circunstancia
por lastimosa que sea,
busca la manera
de comer perdices;
que a pesar de lo alto que
nos coloquen el listón,
hay que brincar
con la intención
de ser felices.”

https://www.youtube.com/watch?v=AkCy5Pi3VSE