de los de encuentros en la tercera fase,
así sin pedir permiso,
con alevosía y premeditación,
sin mascarillas que valgan,
con el virus del «yo si puedo» inoculado en todo tu ser,
sin preguntarte un ¿por qué si? ni un ¿por qué no?,
con un diente de león susurrándote al oído,
sin que la libertad la defina un estado de alarma,
con un «sin» con un «con»,
sin el libre albedrío pisándote los talones,
con el sol atardeciendo en tu retina,
sin miedo a tener miedo,
en la salud y en la enfermedad y cuando reniegues de la vida…
…¡Date un abrazo!…
-de esos de oso-
y dos, y tres…
hasta el infinito…
y más aLLá.