historias de vida vivida,
de errores, de aciertos,
de incertidumbres que ya no lo son,
de principios con sus finales,
de vueltas a empezar,
de caerse y de levantarse,
de lugares seguros en los que quedarse a vivir,
de pasado pintado en las manos,
de heridas curadas con cicatriz,
del libre albedrío que hoy es en lo que te ha convertido,
de cuentas, de cuentos, de cantes,
de olor que huele a tacto,
de abrazos que te reiniciaron,
de personas favoritas guardadas en canciones,
de laberintos que se convirtieron en casa,
de ti,
de tus manos…de tus arrugas…
de tu maravillosa historia.
«Yo: Hola Dios.
Dios: Hola …
Yo: Me estoy desmoronando. ¿Me puedes volver a armar?
Dios: Preferiría no hacerlo.
Yo: ¿Por qué?
Dios: Porque no eres un rompecabezas.
Yo: ¿Qué pasa con todas las piezas de mi vida que se caen al suelo?
Dios: Déjalos allí por un tiempo. Se cayeron por una razón. Déjalas estar allí un rato y luego decide si necesitas recuperar alguna de esas piezas.
Yo: ¡No lo entiendes! ¡Me estoy rompiendo!
Dios: No, tú no entiendes. Estás trascendiendo, evolucionando. Lo que sientes son dolores de crecimiento. Estás desprendiéndote de las cosas y las personas en tu vida que te están reteniendo. No se están cayendo las piezas. Las piezas se están poniendo en su lugar. Relájate. Respira profundamente y deja que esas cosas que ya no necesitas se caigan. Deja de aferrarte a las piezas que ya no son para ti. Deja que se caigan. Déjalas ir.
Yo: Una vez que empiece a hacer eso, ¿qué me quedará?
Dios: Solo tus mejores piezas.
Yo: Tengo miedo de cambiar.
Dios: Te sigo diciendo: ¡NO ESTÁS CAMBIANDO! ¡ESTÁS CONVIRTIÉNDOTE!
Yo: ¿Convirtiéndome, en quién?
Dios: ¡Convirtiéndote en quien yo creé para que fueras!
Una persona de luz, amor, caridad, esperanza, coraje, alegría, misericordia, gracia y compasión.
Te hice para mucho más que esas piezas superficiales con las que has decidido adornarte y a las que te aferras con tanta codicia y miedo.
Deja que esas cosas se te caigan. ¡Te amo! ¡No cambies! ¡Conviértete! ¡No cambies! ¡Conviértete! Conviértete en quien quiero que seas, en quien creé.
Voy a seguir diciéndote esto hasta que lo recuerdes.
Yo: Ahí va otra pieza.
Dios: Sí. Deja que sea así.
Yo: Entonces … ¿no estoy roto?
Dios: No, pero estás rompiendo la oscuridad, como el amanecer. Es un nuevo día. ¡¡Conviértete!! ¡¡Conviértete en quien realmente eres!!”. Anónimo.