de contar hasta diez, hasta once y hasta donde nos lleguen los números,
cuestión de aprender que quizá no era la prisa la dueña de nuestras vidas y sólo la poníamos de excusa para no pensar en lo que debíamos pensar.
Cuestión de tiempo, y de tiempos…
en los que darnos cuenta que necesitamos más de lo necesario a personas y a cosas sólo para distraer a la vida de lo verdaderamente importante.
Cuestión de segundos consecutivos en los que coger el toro por los cuernos, en los que no mentir-nos, en los que hablar con el ser humano que tenemos dentro,
minutos en los que no vendernos la moto con conversaciones banales en nuestra realidad virtual, en nuestras redes sociales, en nuestro universo paralelo, que nos aplauden el ego pero que nos vacían el corazón.
Cuestión de rutina… y de respirarla de una vez por todas, de mirarla cara a cara,
de esa rutina que no valoramos y que es nuestro verdadero país de las maraviLLas,
la luz de la sombra,
nuestro bien más preciado,
nuestra belleza del ser…
nuestro hábito del estar…
la descomunaL heroicidad
del quedarse.