…como si fuera un dragón,
…encógete,
…agrándate,
…avanza cuatro pasos,
…retrocede dos,
…vuelve a hacerte pequeño si es necesario…
pero vuelve a crecer luego,
…hazLo, ya, en este momento, en cuaLquier Lugar…
para que «tu yo de ahora» se ponga en marcha,
y con él…
«eL verbo» en movimiento.
Alicia en el País de Las Maravillas. Lewis Carrol y Rebeca Dautremer.
«La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.
-¿Quién eres tú? -dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:
-Apenas sé, señora, lo que soy en este momento… Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
-¿Qué quieres decir con eso? -preguntó la Oruga con severidad-. ¡A ver si te aclaras contigo misma!
-Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora -dijo Alicia-, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.
-No veo nada -protestó la Oruga.
-Temo que no podré explicarlo con más claridad -insistió Alicia con voz amable-, porque para empezar ni siquiera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante.
-No resulta nada -replicó la Oruga.
-Bueno, quizás usted no haya sentido hasta ahora nada parecido -dijo Alicia-, pero cuando se convierta en crisálida, cosa que ocurrirá cualquier día, y después en mariposa, me parece que todo le parecerá un poco raro, ¿no cree?
-Ni pizca -declaró la Oruga.
-Bueno, quizá los sentimientos de usted sean distintos a los míos, porque le aseguro que a mi me parecería muy raro.
-¡A ti! -dijo la Oruga con desprecio-. ¿Quién eres tú?
Con lo cual volvían al principio de la conversación. Alicia empezaba a sentirse molesta con la Oruga, por esas observaciones tan secas y cortantes, de modo que se puso tiesa como un rábano y le dijo con severidad:
-Me parece que es usted la que debería decirme primero quién es.
-¿Por qué? -inquirió la Oruga.
Era otra pregunta difícil, y como a Alicia no se le ocurrió ninguna respuesta convincente y como la Oruga parecía seguir en un estado de ánimo de lo más antipático, la niña dio media vuelta para marcharse.
-¡Ven aquí! -la llamó la Oruga a sus espaldas-. ¡Tengo algo importante que decirte!
Estas palabras sonaban prometedoras, y Alicia dio otra media vuelta y volvió atrás.
-¡Vigila este mal genio! -sentenció la Oruga.
-¿Es eso todo? -preguntó Alicia, tragándose la rabia lo mejor que pudo.
-No -dijo la Oruga.
Alicia decidió que sería mejor esperar, ya que no tenía otra cosa que hacer, y ver si la Oruga decía por fin algo que mereciera la pena. Durante unos minutos la Oruga siguió fumando sin decir palabra, pero después abrió los brazos, volvió a sacarse la pipa de la boca y dijo:
-Así que tú crees haber cambiado, ¿no?
-Mucho me temo que si, señora. No me acuerdo de cosas que antes sabía muy bien, y no pasan diez minutos sin que cambie de tamaño.»